Pero, exactamente, ¿cuál es su origen? En su libro 'Un indio zapoteco llamado Benito Juárez', Fernando Benítez recoge una leyenda —de esas que abundan en los libros de historia de México— que dice que, cuando era niño, don Benito solía ir a cazar animales pequeños acompañado por otros niños; pero en una ocasión se embarcaron en una pequeña canoa y fueron sorprendidos por un ventarrón: los niños, asustados, abandonaron la embarcación y nadaron a la orilla, sólo Benito se quedó en ella y aguantó hasta que terminó el ventarrón.
Según Benítez, en los siguientes días nació la frase en el pueblo de Guelatao. Es muy difícil precisar si es realmente el origen de la frase que, hoy nos ocupa —y tampoco puede uno cuestionar a don Fernando Benítez tan a la ligera.
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